Presidiendo la primera rotonda de entrada a Garganta, nos encontramos con una estatua de San Isidro, que no solo es patrón del pueblo sino que gran cantidad de tradición popular ha sido enriquecida por su culto. Una rica historia de milagros, a la que también ha contribuido Nuestra Señora de los Prados, ha provisto a los garganteños de una gran fidelidad religiosa, y de un optimismo y afabilidad especial dentro de la comarca. Todas estas expresiones son proyectadas culturalmente en multitud de fiestas, costumbres, poesía popular de carácter oral, tradiciones ligadas a los trabajos genuinos del municipio, e incluso juegos, refranes, etc.

¿San Isidro en Garganta?

Nos preguntamos si en algún punto de su vida, San Isidro pudo llegar a estar en el pueblo. En un principio, esto se antoja imposible por una cuestión simplemente cronológica, y es que su muerte debió producirse alrededor de 1170, fecha en la que Garganta todavía no existía. Otra cosa es que el Santo hubiera estado trabajando en tierras que posteriormente pudieran haber pertenecido al Concejo garganteño. Hipótesis bastante probable ante ciertas circunstancias que se plantearon en su vida.

La juventud de San Isidro se desarrollo en la Villa de Madrid durante el último cuarto del siglo XI. Una campaña árabe del Rey Moro Halí, sitió exitosamente Madrid en 1107 en un intento desesperado de recuperar lo perdido en 1085. Muchos de los ciudadanos de esta Villa escaparon de ella ante el peligro musulmán, y San Isidro fue uno de ellos, pues se desplazó “nueve leguas al norte a refugiarse en el pueblo de Torrelaguna”4, lugar donde conoció a Santa María de la Cabeza, con la cual se casaría poco después. Pues bien, este período de tiempo es el que mayormente nos interesa, por la cercanía de Torrelaguna a las tierras en las que hoy se asienta Garganta. San Isidro trabajó para diferentes propietarios de la zona sirviendo como pocero y labrador, con lo que parece posible que en algún momento se le requiriera en las inmediaciones de las futuras tierras garganteñas para realizar algún trabajo.

Este hecho, es el que más tarde se utiliza para cimentar el culto al Santo en la región; una vez muerto San Isidro y enterrado en San Andrés, es hallado años después incorrupto en una humilde sepultura situada al exterior de esta iglesia, momento en el 4 Vida de San Isidro Labrador, Patrón de Madrid, y de Santa María de la Cabeza que comienza su andadura como Santo y Patrón en Madrid. Más o menos un siglo más tarde es cuando empiezan a gestarse las primeras aldeas de la tierra de Buitrago, y entre ellas la de Ferreros, que ante la posible estancia del Labrador en estas tierras y el auge de su culto, levanta una ermita en su honor. La cercanía del pueblo de Garganta, y la posterior despoblación de aquel con la consiguiente apropiación de la ermita, hacen que el fervor religioso hacia San Isidro por parte de los habitantes de Garganta nazca entre la leyenda y los supuestos milagros acontecidos en la zona, descritos en el proceso de canonización.
Es curioso que la Iglesia no llevo a cabo la canonización oficial hasta el año 1622, habiéndose practicado su adoración cientos de años atrás. Sin embargo, aunque San Isidro no estuviera beatificado, su culto estaba consentido por la Iglesia, como demuestra la existencia de la ermita en el Concejo de Garganta.